Por Juan Gomez
Escritor y futbolero. Dos adjetivos que en la década del '30 no compaginaban. El fútbol no se relacionaba con la intelectualidad del ser humano. Sin embargo, uno de los poetas más grandes de la historia, se identificaba con ambos. A partir de ese momento, seguramente varios de su profesión se animaron a revelar sus secretos.
Federico García Lorca tenía un romance con el Rojiblanco. Todo comenzó cuándo estudiaba en la Universidad Complutense de Madrid. La residencia de estudiantes tenía un equipo y una pasión se despertó. El deporte es de las cosas más bellas de la vida. Él lo sabía perfectamente. El día a día cambió para siempre.
En primera instancia, Lorca era un espectador neutral. Le gustaba el fútbol, pero no hinchaba por nadie. En una entrevista con la revista el "Miradero", contó que se sentaba en las gradas y en el momento seleccionaba un equipo. Siempre había alguno que lo conquistaba espontáneamente. Hasta que conoció a unas personas.
Tres hombres tuvieron la culpa de su conversión de poeta neutro a poeta Colchonero. Los dos primeros son nombres históricos en el club. Manuel Rodríguez Arzuaga, quién ponía dinero de su bolsillo para comprar las camisetas, y Francisco Vives. Integrante e hijo del fundador de la Aviación española.
El 16 de agosto de 1936 es detenido por sus condiciones de "socialista, masón y homosexual" por el Frente Nacional. Dos días más tarde fue fusilado. José Petón, también poeta, le dedicó un reportaje: “Federico García Lorca y el Atleti de Madrid. Esa hermosa conexión que si en el amor aceptamos como nuestro lo que el otro ama, y lo asumimos, y lo defendemos, y al fin, con nuestro amor somos de lo que nuestro amor es, cómo no intuir a Federico conectado con el equipo de su amor. El Atleti de Madrid”.
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